El viernes 24 de julio tuvo lugar en la Venta Ocuri de Ubrique (Cádiz), la presentación del libro de José Morales Fabero, Trabajador Social, Doctor en Filosofía por la UNED y miembro del grupo HUM-536, titulado El autoritarismo en nuestras sociedades occidentales contemporáneas. Boaventura de Sousa y Richard Rorty, Jerez de la Frontera, Tierra de nadie, 2020. En el acto intervinieron también el escritor José Ruiz Mata y Francisco Vázquez García.
Pueden seguirse los detalles de este acto en los siguientes enlaceshttps://actualidad.radioubrique.com/2020/07/22/el-ubriqueno-jose-morales-fabero-presenta-en-ocuri-el-ensayo-filosofico-el-autoritarismo-en-nuestras-sociedades-occidentales-contemporaneas-buenaventura-de-sousa-y-richard-rorty.html
http://radiocomarca.com/velada-cultural/
La intervención de este Francisco Vázquez, donde se resume el argumento del libro, puede leerse debajo.
Buenas tardes a todo el mundo. Quería de entrada agradecer al autor del libro que presentamos, José Morales Fabero, su amable invitación a participar en este acto, y al Ayuntamiento de Ubrique por habernos facilitado este magnífico escenario.
El ensayo de José Morales Fabero, pesar de ser su primer libro, es una obra de calado situada en el terreno de la filosofía política. Aunque se trata de un estudio de mucha profundidad intelectual con un gran despliegue de erudición filosófica, no es un trabajo destinado sin más a los especialistas. Diagnostica un problema que nos concierne a todos en la hora presente. ¿Cuál es la raíz de ese nuevo autoritarismo, de índole nacionalpopulista, que parece reverdecer, no sólo en el corazón de Europa, con el auge de los partidos de extrema derecha, sino en grandes potencias del mundo contemporáneo, trátese de la Rusia de Putin, los Estados Unidos de Trump o el Brasil de Bolsonaro?
La clave de este resurgir del autoritarismo estaría según Jose en la disociación, en el divorcio de dos conceptos vertebrales para nuestra vida en común, esto es, para nuestra existencia política. Se trata de las nociones de auctoritas y de potestas. Para explicar brevemente el meollo del libro de Jose, sin hacer spoiler del mismo, voy a exponer de modo muy simple el significado de esos conceptos, luego voy a decir algo sobre su destino histórico y finalmente señalaré en qué medida los dos autores convocados por el libro, Boaventura de Sousa Santos y Richard Rorty, pueden servir de guía para repensar y reconstruir hoy esos conceptos.
Auctoritas y potestas son dos viejas nociones diferenciadas en el marco del Derecho Romano. La potestas es la Lex, la ley entendida como facultad de imponer y coaccionar por parte del Estado. La auctoritas es el ius, esto es, lo que da reconocimiento y prestigio a la ley por parte de los gobernados, en el caso de Roma, el hecho de que la ley expresaba la virtud de los antepasados, de ahí su vigencia y carácter perdurable. Por decirlo más sencillamente, la potestas es la fuerza, el monopolio de la violencia física que define al Estado. La auctoritas es el reconocimiento simbólico, la confianza que depositamos en la virtud y el prestigio de quien ejerce el poder. Para que haya vida en común, para que exista un orden político habitable, tienen que conjuntarse a la vez la potestas y la auctoritas. La pura potestas sin auctoritas, la fuerza desnuda es despótica; la auctoritas sin potestas es inerme, es incapaz. Esto último es lo que sucede a menudo con la aplicación de los derechos humanos en la esfera internacional; un Estado es condenado por las Naciones Unidas por transgredir los derechos fundamentales, pero la ONU carece de la fuerza física, de la potestas necesaria para hacer cumplir esos derechos cargados de auctoritas, de reconocimiento simbólico.
Jose sin embargo, no se limita a distinguir en abstracto ambos conceptos y a recordar su necesaria armonización si se quiere preservar un orden político democrático. Lleva a cabo un examen histórico donde expone por qué caminos los elementos simbólicos de la auctoritas fueron transformándose, primero con el tránsito de las sociedades premodernas a las modernas, y posteriormente con la crisis de estas últimas y la emergencia de la postmodernidad. Esta historia es a la vez una historia cultural del cambio sufrido por las fuentes simbólicas de la auctoritas y una historia social y política acerca de la crisis de legitimación del Estado moderno.
La historia cultural revela de qué manera el proceso de secularización propio de la modernidad desgastó los fundamentos de la auctoritas caracterísitca del mundo premoderno. En la sociedad romana, por ejemplo, el reconocimiento al ejercicio del poder derivaba de su antigüedad; las instituciones y las leyes eran fiables porque descansaban en una tradición venerable, expresión de la virtud de los antepasados. Con la aparición del Cristianismo en Occidente, la auctoritas siguió vinculada a la tradición: el poder de los soberanos es legítimo en tanto procedía de la gracia divina otorgada a su linaje y en la medida en que la ley civil se ajustaba a la ley de Dios, manifiesta en las Sagradas Escrturas. Con las revoluciones liberales que abren el orden político moderno, este fundamento trascendente de la auctoritas, ligado a la tradición y a una cosmovisión religiosa, se vino abajo. Cambia la concepción del tiempo, de modo que lo valioso no es lo que se atiene al pasado, a la tradición, sino lo que rompe con ella, el novum histórico. La Ilustración y la Revolución introdujeron una nueva experiencia del tiempo; no se trata de continuar sino de hacer tabla rasa del pasado. Surgen entonces nuevos modos de justificar la auctoritas, la legitimidad del poder. Esta no se sustenta ya en la tradición y en un orden trascendente, sino en la razón humana. Aquí aparecían por una parte las teorías del contrato social originario, y por otra, más adelante, la justificación a partir de la Historia entendida como un decurso lineal, regido por la ley del progreso, es decir, por una dirección racional. Un gobierno será legítimo , poseerá auctoritas en tanto se ajuste a la marcha racional y progresiva de la historia; en caso contrario será descalificado como despótico o reaccionario.
Pues bien, la crisis de la modernidad, de la que se empieza a tomar conciencia en las décadas de los 60 y 70 del pasado siglo XX, implica la pérdida de fe en este gran relato de la Historia como un proceso lineal regido por la razón y cuyo motor es el progreso. La postmodernidad significa cuestionar la validez universal de la razón occidental, mostrar su carácter relativo e históricamente situado, y su arbitrariedad, desenmascarando su condición de arma justificadora de los valores del macho blanco, noroccidental y de raíces cristianas. La racionalidad occidental, base de la ciencia y del desarrollo tecnológico, queda así perfilada como teniendo un valor puramente local, coexistiendo con otros tipos de racionalidad que hasta ahora habrían quedado excluidos y silenciados.
En esa fragmentación postmoderna de la razón, en ese desmantelamiento de la historia universal como proceso orientado por un sentido, ¿de qué manera podemos justificar la auctoritas, sobre qué bases podemos considerar legítimo el ejercicio del poder?
Este desgaste de la auctoritas en la historia cultural se corresponde también con un derrumbe de la misma en el ámbito de la historia social y política. En efecto, tras la Segunda Guerra Mundial y en el marco de la política occidental, el poder del Estado asentó su crédito en su capacidad para extender la justicia social, gracias a los sistemas de bienestar respaldados por la fiscalidad progresiva y la redistribución de la riqueza, dando lugar a los derechos sociales (salud, educación, dependencia, etc). Sin embargo, con el triunfo de la globalización neoliberal a partir de la década de 1980, esa auctoritas, ese elemento legitimador del poder del Estado ha ido debilitándose, dando lugar a sociedades cada vez más desiguales y a unas políticas públicas incapaces de responder a las demandas de bienestar y justicia por parte de la ciudadanía.
Pues bien, ambos procesos, la fragmentación postmoderna de la razón y la globalización neoliberal, que lleva a identificar toda racionalidad con la lógica del mercado, fomentan el hundimiento de la auctoritas –la crisis de autoridad- dando lugar a la aparición de una potestas desnuda. El auge actual de los nacionalpopulismos es la expresión de esta coyuntura: el poder se justifica exclusivamente como expresión de una identidad nacional portadora de tradiciones y valores seguros, y contrapuesta a las demás (“¡America first!”). Surgen entonces Estados-policía al servicio de una economía ultraliberal y desigualitaria, cuyo respaldo simbólico consiste en regresar a las viejas raíces nacionales (a veces identificadas con una esencia étnica o religiosa) y a la ley del más fuerte. La auctoritas queda así reducida a un discurso puramente emocional que tiene el formato de la llamada posverdad.
El desafío del ensayo de Jose consiste en buscar una buena compañía, la de Sousa Santos y la de Rorty para, a través del diálogo con ambos y entre ambos, tratar de reconstruir la armonía de potestas y auctoritas sobre nuevas bases. Siendo muy distintos –Rorty es un acérrimo defensor de las instituciones de la democracia liberal a la americana, De Sousa es un crítico in misericorde del etnocentrismo noroccidental, opresor de las culturas y saberes del Sur- ambos comparten el rechazo tanto de la metafísica racionalista moderna como del relativismo postmoderno. Ambos son defensores de la democracia en un sentido radical, aunque Rorty era un reformista liberal y De Sousa un revolucionario postcolonial. Pero en sus concordancias y en sus diferencias, examinadas magistralmente por Jose, ambos suministran armas simbólicas para defender la democracia y las sociedades abiertas frente a sus enemigos en nuestro tiempo.
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