CAPITALISTA, ABANDONISTA Y PLAGIADORA: LOS TRES PELIGROS DE LA UNIVERSIDAD NEOLIBERAL
Mañana viernes 13 de marzo a las 18 h. en el Salón de Grados de la Facultad de Ciencias Económicas y Empresariales, interviene nuestro compañero Jose Luis Moreno Pestaña en una Mesa Redonda titulada "3+ 2 La Universidad a Debate". Reproducimos, debajo, un boceto de su intervención.
(Ideas para una intervención
mañana en Cádiz)
Creo que para comprender bien
el debate sobre la universidad (mi referente es de nuevo el gran clásico de Ortega) necesitamos considerar tres ámbitos:
la vinculación con las profesiones (o sea, con el mercado de trabajo), con la
enseñanza (o sea, con la transmisión de conocimiento) y, en fin, con la
investigación (esto es, con la producción de nuevo conocimiento). A veces se
debate sin darse uno cuenta de que habla de aspectos distintos. Cualquier
concepción de la universidad que se centre en lo primero tiende a olvidar que
el mercado cambia y que mucho de lo que exige no merece ser enseñado ni
estudiado; quien se centra en lo segundo, tiende a olvidar que la universidad
ofrece credenciales y que salvo en el caso de aristócratas rentistas, lo normal
es hacerlas valer en el mercado de trabajo. Además olvida que, desde hace unos
siglos, se investiga en las universidades -aunque podría pensarse que no son
ellas el lugar para investigar y que deben ser centros especializados: no es absurdo-. Quien
se centra en lo tercero olvida que los problemas de investigación pueden atraer
sobre problemas muy localizados que interesan a escasas personas y que el tipo
de profesionales que fomentan no sabe enseñar, entre otras cosas porque es,
como aseguraba Ortega de los científicos, un bárbaro que sabe mucho de una
cosa. Obvio decir que quien se entrena en tales problemas, en la vida cotidiana
y en el mercado de trabajo tiene poco que hacer.
Centrarse en las profesiones
tiende a dar una versión populista de la universidad (la universidad al servicio
de la gente y como la gente, sobre todo la que consigue hacerse oír y puede
influir, se encuentra configurada por el capital, éste es el verdadero amo).
Centrarse en la enseñanza tiende a ofrecer una visión mandarinal: como los
mandarines, los buenos mandarines, se trata de transmitir doctrina y aprenderla
y esa expansión cultural ni sabe de avances intelectuales ni de las urgencias
del empleo. La tercera nos ofrece una visión vanguardista de la universidad,
convertida en una colonia dominada por los problemas de punta de los campos
científicos en las humanidades o las tecnologías.
En mi opinión debemos
defender una lectura dialéctica de la universidad. ¿En qué sentido dialéctica?
Según mis dos dialécticos preferidos (Manuel Sacristán y Frédric Jameson) en un
sentido muy estricto y limitado: viendo cómo cada posición implica ciertos
efectos, lo sepa o no, lo quiera o no, cómo van juntos lo peor y lo mejor. La
dialéctica, así concebida sirve para comprender nuestras distorsiones a la hora
de percibir la realidad con la consiguiente propensión al simplismo: al sesgo
populista/capitalista, al sesgo mandarinal o al sesgo vanguardista.
Vamos a entrar ahora en el
objeto de este debate, siempre intentando mantener esa perspectiva dialéctica,
global.
La universidad neoliberal se
fundamenta en tres relatos, en tres modelos: una universidad que depende de la
transferencia a la economía, una universidad que promueve la iniciativa de los
alumnos y su autoformación, una universidad, en fin, que jerarquiza a los profesores
según su capacidad de ser rentables en la investigación y, por tanto, manda a
los peores a dar clase y a los mejores a triunfar en la investigación. ¿Cuáles
son los enemigos de la universidad neoliberal? La universidad elitista y
libresca, ajena al mercado de trabajo; el profesorado magistral, que somete a
los alumnos a lecciones arcaicas; la falsa igualdad que privilegia a los
mediocres y penaliza a los auténticos creadores. Universidad en contacto con la
economía, formación autogestionada que promocione la autoiniciativa -valor máximo
para competir en un mercado-, profesorado evaluado constantemente para detectar
a los vagos y promocionar a los brillantes.
Esta universidad actúa a dos
niveles: el del contexto de elección de los agentes y el de su subjetividad, el
tipo de mecanismo de elección en el que se socializan los sujetos (saco estos
dos criterios de Eva Illouz, que los aplica en su libro ¿Por
qué duele el amor?). Voy a dar indicaciones, en cada plano, de los peligros
de la universidad neoliberal.
Respecto a las profesiones.
El neoliberalismo se preocupa por la economía del conocimiento, lo cual supone,
por un lado, el papel de las nuevas tecnologías en todos los ámbitos de creación
de riqueza. La universidad neoliberal es una universidad tecnológica donde cada
día se factura una nueva plataforma de enseñanza, de evaluación, de control.
Segundo elemento: el conocimiento aplicado permite trabajar en las tecnologías,
en el campo de la industria y, muy importante en las economías del mundo
desarrollado, en el campo de los servicios. Los servicios, en parte, son
inmateriales. Una vendedora de una tienda tiene que limpiar, acarrear cajas, en
fin, y queda derrengada: ese es un trabajo muy material que, como no los abusos
empresariales son la norma, no se controla ni se regula. Además debe dar un
toque de distinción a la ropa que ofrece -o a la fotocopia que hace, o a la
tapa que pone, o a la cerveza que sirve o al flamenco que canta-. La economía
del conocimiento vive del narcisismo de la pequeña diferencia. En ese sentido,
promueve un tipo de contexto de elección amplio, donde se trata de perseguir qué
te hace diferente. Y un tipo de sujeto: siempre pendiente de qué produce o no
valor añadido, a corto plazo. Los dilemas se imponen ¿Es hacer una atracción,
un centro de recursos sobre la Constitución del 12 o aprender que la palabra
liberal tiene una genealogía tortuosa que pasa por la Política de Aristóteles y
la lectura que sobre artes mecánicas y serviles se hace en el Medievo hasta
llegar a Cádiz? Lo primero exige controlar las oportunidades y entrar en
contacto con las redes clientelares políticas o empresariales; lo segundo
estudiar materias antiguas y de difícil digestión. Cualquiera dirá: ¡todo a la
vez! Y hay que responderle: ¡dialéctica! ¡Lo bueno y lo malo van juntos! Las
conciliaciones en el discurso no valen cuando las oposiciones se encuentran
arraigadas en lo real. No se tiene tiempo para todo, excepto en los delirios de
los utopistas.
Una universidad de ese tipo,
una universidad de transferencia, puede ser una universidad capitalista. En
función de los mercados que se tengan cerca, de los entornos en los que se
ubica, tendrá más o menos riquezas, más o menos oportunidades de conexión. Y
tenderá a olvidar parte de lo sustancial, que solo se aprende estudiando mucho
y de manera muy disciplinada. Contexto pendiente del mercado y no de la tradición
o la innovación cultural; estudiante y profesor pendiente sde crear valor añadido
de cada cosa que aprende y hace: una universidad capitalista. Hace algún tiempo
era habitual que alguien te buscase preguntándote: ¿qué me ofrece usted si
trabajo con usted? La respuesta que esperaba no era: hacerte estudiar. En fin,
más fenomenología del mercado: disputarse los doctorandos, evitar la
participación de los colegas en los master o en los cursos donde puedes
reclutarlos, donde la gente puede oír al otro y preferirlo a ti, era y es
estrategia común de muchos profesores, en algunos lugares casi una norma. El
capitalismo no lo imponen solo los mercados: lo hacemos y lo reproducimos
nosotros comportándonos como en un mercado. Lo más triste es cuando eso lo
hacen las personas que defienden valores fuertes, críticos e incluso insumisos.
Respecto a la enseñanza. Aquí
el objetivo, aquel sobre el que se apunta, es el profesor a la antigua, que
imparte lecciones. Esa figura puede ser criticada desde muchos puntos de vista,
algunos sumamente respetables. ¿Por qué tiende a sustituirla el neoliberalismo?
Por el alumno autónomo que puede buscarse la vida y que estudia solo, que
participa. ¿Cuándo funciona ese modelo? Cuando los alumnos traen un enorme
capital cultural de casa, de su entorno de relaciones o cuando se encuentran un
profesor fuera de serie (una especie de remedo del docente del Club
de los poetas muertos) y ellos tienen unas disposiciones extraordinarias
-como los alumnos del referido club...-. Lo último acontece raramente y, si no
concursa el capital cultural de base, la universidad neoliberal se convierte en
abandonista: los profesores no enseñan (y si lo hacen los alumnos se quejan y
amenazan con una mala evaluación y una protesta) y los alumnos no estudian. He
visto memorias de master plagiadas y alumnos que ponían cara de póker y de
sorpresa cuando se lo hacías notar. Los mil trabajitos, como si cada estudiante
fuera un Rimbaud o un Habermas en potencia, solo pueden solventarse buscando
textos en la red, que el profesor no detecta o no corrige o no puede suspender
porque los porcentajes de evaluación permiten que cualquiera apruebe. Desde el
punto de vista de la enseñanza, cuando se trabaja con personas normales, la
universidad autogestionada es una universidad abandonista: los estudiantes
hacen como que estudian, los profesores como que enseñan y entre todos se hace
como que se aprueba. El contexto es libertario, el espíritu es rehuir la
autoridad y sentirse protagonista. El efecto es devastador: horas donde no se
enseña, debates donde se repiten obviedades.
Vayamos a la investigación.
Algo muy importante, que acabo de referir, juega un papel de primer orden. Y es
el plagio. Cuando se le exige a la gente ser más creativos de lo que pueden sólo
queda una solución: plagiar. Saber escribir es muy costoso, tener una idea
exige investigaciones muy largas y sostenidas en el tiempo, de las que al final
sacas poco. Como el contexto supone que cualquiera somos un Bill Gates en
potencia y como la actitud de los sujetos es buscar valor añadido en cada cosa
que hacen, se impone la cultura de depredación: robar ideas, textos, artículos,
citas (ahora incluso existen programas informáticos para poner citas en los artículos
sin leer, sin necesidad de ver la portada del libro...) y cuidando esconder las
fuentes, para que solo tú te aproveches del sobresaliente, del prestigio, del
aplauso, donde solo tu nombre figure. Pero es que gracias a eso pasarás
montones de evaluaciones, donde se te exige un enorme rendimiento investigador,
donde se te amenaza con cargarte de clases y de horas de trabajo.
Conscientes de esa angustia,
los que dominan los recursos económicos, los lugares de publicación, tejen auténticas
redes de servilismo y de imposición de normas solo para ricos: acepta las
reglas de lo que debe decirse, cita a quien yo deseo, como yo deseo; publica en
inglés, para lo cual consigue recursos para traducir y llévate bien conmigo
cuando evalúe tus proyectos. Plagio y servilismo (combinado con depredación del
próximo) configuran un efecto no querido, despiadado, de la universidad
investigadora: como la investigación solo se hace con confianza y manteniendo
la reciprocidad este tipo de actitud rompe con los grupos, con la colaboración
honesta. La tentación de tratar a los demás como idiotas a los que burlar,
tiene un problema: los demás se dan cuenta y huyen, o reaccionan agresivamente
o comienzan a planificar cómo devolvértela. Es el infierno cotidiano, calmado con
antidepresivos y con terapias de autoestima, en que convivimos muchos en la
sociedad neoliberal: también en la universidad.
Debemos luchar contra el 3+2.
Debemos luchar contra la política de becas. En ambos temas, sin ceder un milímetro.
Debemos luchar contra la universidad del populismo capitalista, abandonista y
plagiadora. Esta última lucha es muy compleja y nos prohíbe la demagogia y las
soluciones fáciles
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