Acaba de ver la luz en el último número de la revista Asclepio. Revista de Historia de la Medicina y de la Ciencia, 63 (2011), 2, una reseña de la obra de Richard Cleminson y Francisco Vázquez, Los Invisibles. Una historia de la homosexualidad masculina en España (1850-1940), Granada, Comares, 2011. Su autor es nuestro compañero del grupo HUM-536, Geoffroy Huard de la Marre. Reproducimos debajo un extracto:
El excelente libro de Francisco Vázquez García y Richard Cleminson, publicado originalmente
en inglés en 20071 y cuya versión al castellano es ampliada en unas cien páginas, viene a llenar un vacío sobre la historia de la homosexualidad y de los homosexuales en nuestro país frente a las habladurías. Por ello, tenemos que saludar el libro de estos investigadores de Cádiz y Leeds respectivamente.En esta obra, los autores estudian, a partir tanto de fuentes criminológicas y médico-legalescomo de la literatura de divulgación sexual y textos literarios, la evolución de los diferentes discursossobre la homosexualidad y sus efectos en la configuración de las subculturas homosexuales en la España de la segunda mitad del siglo XIX hasta el final de la guerra civil, intentando mostrar siempre en qué difería el caso español de los otros países europeos y así dar a conocer un «“modelo mediterráneo” de homosexualidad frente al patrón identitario y noroccidental» (p. 288). Vázquez y Cleminson analizan los importantes cambios que intervinieron en la conceptualización
de los desórdenes mentales, las enfermedades nerviosas y los planteamientos médico-legales respecto a la sexualidad en España entre 1840 y 1915. Las actitudes médicas y jurídicas respecto a
la homosexualidad fueron similares entre 1830 y 1928. Hasta esa fecha, no existió en España un
divorcio entre la actitud penalizadora de la justicia y la defensa médica por descriminalizar las prácticas homosexuales entre adultos, principalmente porque antes de esa fecha, las relaciones en el ámbito privado no eran un delito. Sin embargo, a partir de esa fecha, buscaron una fisionomía característica de los pederastas, en particular los pederastas pasivos o «andróginos» e intentaron especificar un psiquismo peculiar entre los hermafroditas. La «aberración sexual» fue asociada sobre todo con la desviación de género más que con la desviación en la conducta sexual, afirman nuestros autores. Se asimiló la pederastia pasiva con el afeminamiento. El invertido no transgredía tanto los límites de la normalidad sexual como «los límites que escinden lo femenino de lo masculino» (p. 66). Todos esos moralistas, médicos, etc. se van a preocupar no tanto por la desviación sexual como por la desviación («inversión») de género, «ruina del orden familiar y, en último término, de la supervivencia nacional» (p. 43).
en inglés en 20071 y cuya versión al castellano es ampliada en unas cien páginas, viene a llenar un vacío sobre la historia de la homosexualidad y de los homosexuales en nuestro país frente a las habladurías. Por ello, tenemos que saludar el libro de estos investigadores de Cádiz y Leeds respectivamente.En esta obra, los autores estudian, a partir tanto de fuentes criminológicas y médico-legalescomo de la literatura de divulgación sexual y textos literarios, la evolución de los diferentes discursossobre la homosexualidad y sus efectos en la configuración de las subculturas homosexuales en la España de la segunda mitad del siglo XIX hasta el final de la guerra civil, intentando mostrar siempre en qué difería el caso español de los otros países europeos y así dar a conocer un «“modelo mediterráneo” de homosexualidad frente al patrón identitario y noroccidental» (p. 288). Vázquez y Cleminson analizan los importantes cambios que intervinieron en la conceptualización
de los desórdenes mentales, las enfermedades nerviosas y los planteamientos médico-legales respecto a la sexualidad en España entre 1840 y 1915. Las actitudes médicas y jurídicas respecto a
la homosexualidad fueron similares entre 1830 y 1928. Hasta esa fecha, no existió en España un
divorcio entre la actitud penalizadora de la justicia y la defensa médica por descriminalizar las prácticas homosexuales entre adultos, principalmente porque antes de esa fecha, las relaciones en el ámbito privado no eran un delito. Sin embargo, a partir de esa fecha, buscaron una fisionomía característica de los pederastas, en particular los pederastas pasivos o «andróginos» e intentaron especificar un psiquismo peculiar entre los hermafroditas. La «aberración sexual» fue asociada sobre todo con la desviación de género más que con la desviación en la conducta sexual, afirman nuestros autores. Se asimiló la pederastia pasiva con el afeminamiento. El invertido no transgredía tanto los límites de la normalidad sexual como «los límites que escinden lo femenino de lo masculino» (p. 66). Todos esos moralistas, médicos, etc. se van a preocupar no tanto por la desviación sexual como por la desviación («inversión») de género, «ruina del orden familiar y, en último término, de la supervivencia nacional» (p. 43).
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