Reproducimos debajo el artículo publicado por Francisco Vázquez en El Ideal , lunes 4 de junio de 2012:
¿NOS HEMOS VUELTO MANSOS?
por
Francisco Vázquez García
(Catedrático de Filosofía de la Universidad de Cádiz)
La Universidad pública
está en peligro. Los dos famosos Reales Decretos que el Ministerio de Educación
quiere hacer aprobar ponen en marcha una hoja de ruta para aniquilar en pocos
años una institución que como las cotizaciones de la seguridad social o las
vacaciones pagadas, ha costado sangre, sudor y lágrimas poner en pie. Quien
sostiene esta tesis no es ningún ideólogo antisistema, sino el filósofo Miguel
Ángel Quintanilla en su artículo titulado “La agenda oculta de la política
universitaria”, publicado en el diario digital de Público el pasado 24 de abril. Este Catedrático de Salamanca sabe
bien de lo que habla; no en vano ha ejercido como Secretario General de Universidades
durante dos legislaturas de la administración socialista.
Teniendo en cuenta este
plan; ¿hasta dónde están dispuestos a llegar los Rectores de las Universidades
públicas?; ¿qué grado de cohesión tienen sus posiciones? El reciente plante al
Ministro puede ser el gesto que anuncie un pulso sostenido, pero las
posteriores declaraciones de la Presidenta de la CRUE negando en todo caso la
posibilidad de una insumisión son poco alentadoras. La última vez que el Estado
pretendió privatizar la Universidad salió trasquilado. Fue en 1929, en los
momentos postreros de la Dictadura de Primo de Rivera. En esas fechas los
estudiantes y profesores universitarios de levantaron al unísono. Hubo
expulsiones; muchos catedráticos fueron destituidos y privados de empleo y
sueldo, pero lo que acabó cayendo fue el Dictador, que en febrero de 1930 se
exilió. Sin duda, aquellos profesores –como Menéndez Pidal, Ortega y Gasset,
Fernando de los Ríos o Jiménez de Asúa- y estudiantes –como María Zambrano-
estaban hechos de una pasta especial. Se dirá que las medidas ministeriales de
hoy tendrán el respaldo parlamentario, lo que no sucedía en esos tiempos
pretéritos. Sin duda, pero las mayorías –el triunfo electoral
nacionalsocialista está ahí para recordárnoslo- no dan patente de corso para
perpetrar cualquier barbarie. Las autoridades universitarias que hoy nos
gobiernan; ¿van a estar a la altura de esos antepasados nuestros que en cierto
modo nos están contemplando y que representan en toda su concreción eso que
pomposa y abstractamente solemos denominar “espíritu universitario”?
Permítanme que me
muestre escéptico. Los previsibles refrenamiento y desunión de nuestros
Rectores obedecen a disposiciones profundamente arraigadas entre nosotros. Varias
décadas de hipoteca, televisión e hipermercado han acabado, tal vez
afortunadamente, amansando al pueblo español, otrora bravío e indómito, incluso
cuando clamaba aquello de “biban las caenas”. En otro tiempo, esos directivos
bancarios que tras una gestión calamitosa obtienen pensiones millonarias a
costa de nuestros impuestos, habrían sido linchados sin piedad –como sucedía a
menudo con los especuladores del trigo- y sus cabezas sangrantes coronarían las
picas del populacho. Mutatis mutandis, hoy
es impensable encontrar a uno de nuestros Rectores inflamado con la cólera
justiciera de un Unamuno, por poner un ejemplo. La mansedumbre y el miedo se
acaban imponiendo entre unas clases medias hoy empobrecidas y durante décadas
sometidas a ese trabajo de atomización que ha acabado implantando en ellas el individualismo más ferozmente narcisista.
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